Escena 1
Ambos actores (UNO y DOS) unidos por la espalda, por un saco en común, pasan entre el público mirando hacia uno y otro lado. Suben al escenario, al llegar giran y UNO queda frente al público. De ahora en más irán rotando a medida que deban hablar, sosteniendo sobre su rostro una máscara azul de expresión neutra. Salvo indicación en contrario todos los textos deben decirse con la máscara sobre el rostro.
UNO
– No llegué aquí para confesar inocentemente la desgraciada suerte de un ser que sangra y brota, muere y vuelve a nacer como yo.
DOS
– ¿Quién golpea a mis espaldas un saludo que no comprendo?. ¿Quién me habla en otro idioma?. ¿Quién agita las notas de una comparsa lejana?
UNO
– No voy a contarles tampoco la suerte de un hombre que ocupa su paso en el mundo en dar otros pasos que jamás comprende. ¡No! Es al amor a quien debo el mayor paso, el último peldaño de esta escalera.
DOS
– ¿Quién me habla?
UNO
– ¿Quién me habla?
DOS
– ¿Quién me habla?
UNO y DOS (Girando)
– ¡Quiero salir!
Tironean para despegarse uno del otro y vuelven a gritar. Se sacan el saco y se ven. Cuelgan las máscaras azules y el saco en el centro del escenario. Al mirarse se sorprenden y comienzan a perseguirse alrededor del saco y las máscaras. De pronto se detienen. Se escucha el fragor leve de un sonido siniestro. El sonido cesa. Ambos, entonces, sienten una profunda angustia y lo disimulan y la apaciguan mimándose.
UNO
– Se me rompió la media.
DOS (preocupado)
– ¿La media?.
UNO
– La media... (se la muestra)
DOS
– La media... (se ríen)
Vuelve a escucharse el sonido y se abrazan. Entonces sacan con premura, de una caja, máscaras blancas, se las ponen. Cambian. Son otros.
UNO (se toma la barbilla pensativo. Luego, señalando al público, sosteniendo sobre su rostro la máscara azul, y con tono grandilocuente dice)
– La excelencia en la construcción semántica garantiza en casi un cien por ciento el rédito económico a corto plazo. Ejemplo, nuestra empresa (cambia el tono y baja la máscara, como sincerándose) de la cual por otra parte no soy más que un empleado (retomando la grandilocuencia) desea brindarle un servicio imprescindible que se ajuste a sus necesidades reales (malicioso) que entre paréntesis nosotros fomentaremos (retomando el tono inicial) y sus posibilidades de desarrollo y ascenso, etcétera, etcétera...
Sigue repitiéndolo mientras DOS comienza a hablar.
DOS
– El hombre construye un universo de palabras y silencios, que encubren el mundo, pero sólo permite aflorar a la poesía cuando habla con su propia voz; cuando habla de sí a través de sus actos.
UNO
– El buen trato consolida el vínculo entre la necesidad del cliente (malicioso) que por otra parte siempre tiene razón (retoma la postura) y la posibilidad de respuesta del oferente, (apurándose) o sea esta gran familia que es nuestra empresa, (más rápido) que a través de años de tesonero esfuerzo ha sabido ganarse un lugar en este difícil mercado, etcétera, etcétera...
DOS (como si hubiera comenzado hace rato, continúa recitando)
– ...y aunque la rama ás alta, en la proximidad con el cielo, lo ignore, es la raíz oculta bajo la tierra la que alimenta su esplendorosa luminiscencia (se interrumpe, como si se hubiera olvidado una parte, luego sigue) ...y el poderoso tronco que la sustenta soportando los rigores de la adversidad, alimentará la simiente que estallará en sabrosos frutos y flores que acrecentarán su belleza...
UNO
– Con los subordinados la cuestión es diferente; el trato debe ser firme y decidido; debe quedar en claro quién manda, (enérgico) pero por sobre todo debe quedar en claro... (breve pausa) que la jerarquía es incuestionable. (apurándose) Porque la laxitud en el mando conduce a una promiscuidad operativa que atenta contra los supremos valores de etcétera, etcétera, etcétera. (giran lentamente, sin detenerse)
DOS
– ...y en el verde esplendor de la mañana, las ramas estallarán en júbilo de trinos, que inundará las almas de los enamorados y hará que brille la quintaescencia armoniosa del ser supremo que anida en los corazones sensibles etcétera, etcétera, etcétera.
LOS DOS
– Etceteretceteretcétera.
Continúa la repetición de la palabra hasta que se va diluyendo mientras van dejando caer las máscaras azules y las cuelgan junto al saco.
UNO
– No llegué aquí para confesar inocentemente la desgraciada suerte de un ser que sangra y brota, muere y vuelve a nacer como yo.
DOS
– ¿Quién golpea a mis espaldas un saludo que no comprendo?. ¿Quién me habla en otro idioma?. ¿Quién agita las notas de una comparsa lejana?
UNO
– No voy a contarles tampoco la suerte de un hombre que ocupa su paso en el mundo en dar otros pasos que jamás comprende. ¡No! Es al amor a quien debo el mayor paso, el último peldaño de esta escalera.
DOS
– ¿Quién me habla?
UNO
– ¿Quién me habla?
DOS
– ¿Quién me habla?
UNO y DOS (Girando)
– ¡Quiero salir!
Tironean para despegarse uno del otro y vuelven a gritar. Se sacan el saco y se ven. Cuelgan las máscaras azules y el saco en el centro del escenario. Al mirarse se sorprenden y comienzan a perseguirse alrededor del saco y las máscaras. De pronto se detienen. Se escucha el fragor leve de un sonido siniestro. El sonido cesa. Ambos, entonces, sienten una profunda angustia y lo disimulan y la apaciguan mimándose.
UNO
– Se me rompió la media.
DOS (preocupado)
– ¿La media?.
UNO
– La media... (se la muestra)
DOS
– La media... (se ríen)
Vuelve a escucharse el sonido y se abrazan. Entonces sacan con premura, de una caja, máscaras blancas, se las ponen. Cambian. Son otros.
UNO (se toma la barbilla pensativo. Luego, señalando al público, sosteniendo sobre su rostro la máscara azul, y con tono grandilocuente dice)
– La excelencia en la construcción semántica garantiza en casi un cien por ciento el rédito económico a corto plazo. Ejemplo, nuestra empresa (cambia el tono y baja la máscara, como sincerándose) de la cual por otra parte no soy más que un empleado (retomando la grandilocuencia) desea brindarle un servicio imprescindible que se ajuste a sus necesidades reales (malicioso) que entre paréntesis nosotros fomentaremos (retomando el tono inicial) y sus posibilidades de desarrollo y ascenso, etcétera, etcétera...
Sigue repitiéndolo mientras DOS comienza a hablar.
DOS
– El hombre construye un universo de palabras y silencios, que encubren el mundo, pero sólo permite aflorar a la poesía cuando habla con su propia voz; cuando habla de sí a través de sus actos.
UNO
– El buen trato consolida el vínculo entre la necesidad del cliente (malicioso) que por otra parte siempre tiene razón (retoma la postura) y la posibilidad de respuesta del oferente, (apurándose) o sea esta gran familia que es nuestra empresa, (más rápido) que a través de años de tesonero esfuerzo ha sabido ganarse un lugar en este difícil mercado, etcétera, etcétera...
DOS (como si hubiera comenzado hace rato, continúa recitando)
– ...y aunque la rama ás alta, en la proximidad con el cielo, lo ignore, es la raíz oculta bajo la tierra la que alimenta su esplendorosa luminiscencia (se interrumpe, como si se hubiera olvidado una parte, luego sigue) ...y el poderoso tronco que la sustenta soportando los rigores de la adversidad, alimentará la simiente que estallará en sabrosos frutos y flores que acrecentarán su belleza...
UNO
– Con los subordinados la cuestión es diferente; el trato debe ser firme y decidido; debe quedar en claro quién manda, (enérgico) pero por sobre todo debe quedar en claro... (breve pausa) que la jerarquía es incuestionable. (apurándose) Porque la laxitud en el mando conduce a una promiscuidad operativa que atenta contra los supremos valores de etcétera, etcétera, etcétera. (giran lentamente, sin detenerse)
DOS
– ...y en el verde esplendor de la mañana, las ramas estallarán en júbilo de trinos, que inundará las almas de los enamorados y hará que brille la quintaescencia armoniosa del ser supremo que anida en los corazones sensibles etcétera, etcétera, etcétera.
LOS DOS
– Etceteretceteretcétera.
Continúa la repetición de la palabra hasta que se va diluyendo mientras van dejando caer las máscaras azules y las cuelgan junto al saco.
Escena 2
DOS simula escribir a máquina.
DOS
– "...agrá decién dolé" (tipea) "des deyá susgés tionés" (mira el papel y tipea) "salú damós austed" (mira la hoja) "atén tamén tepún to"
Saca el papel, mira a UNO que se acerca.
DOS (eficiente)
– Señor Rogers... en su ausencia llamó el licenciado Techensky (UNO camina, distraído) para avisarle que no vaya a la sesión de esta semana porque tiene que concurrir a un congreso en Miami
UNO (como si estuviera pensando en otra cosa)
– Bien
DOS (se le acerca)
– ¿Bien?
UNO (como si recién la escuchara)
– ¿Decía?
DOS
– También llamó el arquitecto Menéndez? Garzábal. Quiere que usted apruebe unos detalles que modificó en el loft.
UNO (distraídamente)
– ¿Qué loft?
DOS (impaciente)
– El que usted acaba de comprar, señor...
UNO (como si saliera de un sueño)
– Techensky... (se le acerca seductor)
DOS (nerviosa)
– Sí, lo llamó
UNO (mirándole el cuerpo)
– El loft...
DOS (queriendo zafar)
– Sss... sí, el arquitecto quiere que...
UNO (separándose un poco)
– Bien, bien, ¿llamó alguien más?
DOS (ansiosa)
– Nnn...no, no señor
UNO (separándose más, y arreglándose la ropa)
– Marisa...
DOS (muy ansiosa)
– ¿Si señor?
UNO (camina, pensativo)
– Digameee...
DOS (curiosa)
– Meee...
UNO
– ¿Decía?
DOS
– Usted decía...
UNO (piensa)
– Ah, sí, dígame Marisa... ¿llamó alguien en mi ausencia?
DOS (fastidiada)
– No señor...nadie
Se quedan mirándose, perdido cada uno en los ojos del otro. UNO reacciona, cruza la escena y sale; reaparece trayendo una escalera que planta con decisión..
UNO
– ¡Marisa!
DOS (apurándose)
– ¿Sí, señor?
UNO
– Vea, pues...
Ceremonioso, con las manos en la espalda, mientras hablan se desplaza alrededor de la escalera, ella está ansiosa.
UNO
– ...que he decidido... bien, pues... que he decidido concederle un ascenso
DOS
– ¿No cree que sea peligroso?
UNO
– Pero por favor, no hay nada más seguro (invitándola con el gesto) compruébelo.
Marisa sube a la escalera con cautela y algo de temor.
UNO
– ¿Y bien?, ¿qué siente?
DOS
– Miedo.
UNO (indignado, sube por el otro lado)
– ¡Miedo... miedo! ¿miedo?.
DOS
– Sssi...si
Luz tenue.
UNO (con ternura, tomándole las manos)
– Marisa... no debe temer. (Ella baja la vista, ruborizada) Vamos, anímese, mire hacia abajo (ella mira con temor y curiosidad) ¿Ve? Allí están los demás; pero en cambio nosotros, estamos aquí arriba... ¡tán cerca del cielo!
Simulando la luna, se enciende un símil de tapa de Coca-Cola, que en lugar de la marca de la gaseosa dice: DESTINO
UNO
– Mire, mire Marisa es como acariciar los astros con las manos...
La tapa se apaga, las luces suben, los dos bajan de la escalera, corren alrededor del perchero, se suben al cajón.
DOS
– Señor jefe, debo tener un trabajo, un trabajo seguro, bien remunerado, un trabajo lleno de órdenes para cumplir. Y un sello.
UNO
– ¡Ah! Eso es lo que tengo: un sello. Y papeles
Trae de la caja un gran sello y una enorme pila de papeles. DOS emite una risita estúpida y comienza a sellar. Cada vez que sella suena un golpe de bombo. Dos comienza a jugar con el efecto y realiza diversos ritmos hasta que amaga un golpe que no hace y el bombo igualmente suena. DOS se ríe. UNO entonces vuelve enojado, se detiene, levanta un brazo.
UNO
– ¡De pie! ¡Siéntese! ¡De pie! ¡Siéntese!
UNO repite la orden muchísimas veces hasta que DOS deja de cumplirlas y mira cómo UNO con los ojos entrecerrados, emite las órdenes incumplidas. Lo invade un sentimiento de placer y sus órdenes ahora llevan el ritmo de la respiración en una relación sexual. DOS mira con indiferencia como UNO cae a sus pies, rendido.
DOS
– Señor jefe...
UNO (agotado)
– ¿Sí?
DOS
– Acaban de informarme a través del conmutador de rayos láser que estoy despedida.
UNO
– ¿Despequé?
DOS
– Despedida. En verdad, estamos: cerraron la fábrica de sellos.
UNO grita desesperado, DOS ríe histéricamente. Suena el bombo, al escucharlo se ponen el saco con desesperación y las máscaras azules. Respiran aliviados.
UNO (al público)
– Porque es inocente ser inocente. Hubiera querido dar el último paso pero ya no tenía más peldaños, y la escalera era un alto precipicio de fuego, que me quemaba. Pero ¿acaso alguien prefiere el fuego al cómodo aullido del carro de bomberos? (aúlla como una sirena)
DOS
– Porque pasé la vida haciendo gestos que otros no veían, diciendo palabras que nadie escuchó. Como el que, en una caverna remota de un lugar del mundo, iluminó la palma de su mano en la pared, sólo deseo saber que mi vida es esa mano, esa caverna, los ojos del hombre que la mira. (UNO deja de aullar)
Dejan las máscaras azules colgadas. Suena el bombo. Ahora más fuerte, y buscando de dónde viene el sonido se sacan el saco. Suena otra vez, se tapan los oídos.
DOS
– ¡No quiero escucharlo!
UNO
– ¡No quiero escucharlo!
Se sacan las manos de los oídos con temor de que vuelva a sonar. De pronto UNO ?sin siquiera mirarse el pie? se percata de que el agujero de su media se ha agrandado.
UNO (Trágico)
– ¡Y a mí se me ha agrandado el agujero!
DOS
– ¿Qué agujero?
UNO
– El agujero... (le señala disimuladamente el pie)
DOS (divertido)
– Ah... el de la media...
Se abrazan temerosos y desconsolados. Repentinamente se sueltan y DOS hace subir y bajar la luna. Lo hace al ritmo del movimiento de una barca sobre un mar apaciguado.
DOS
– "...agrá decién dolé" (tipea) "des deyá susgés tionés" (mira el papel y tipea) "salú damós austed" (mira la hoja) "atén tamén tepún to"
Saca el papel, mira a UNO que se acerca.
DOS (eficiente)
– Señor Rogers... en su ausencia llamó el licenciado Techensky (UNO camina, distraído) para avisarle que no vaya a la sesión de esta semana porque tiene que concurrir a un congreso en Miami
UNO (como si estuviera pensando en otra cosa)
– Bien
DOS (se le acerca)
– ¿Bien?
UNO (como si recién la escuchara)
– ¿Decía?
DOS
– También llamó el arquitecto Menéndez? Garzábal. Quiere que usted apruebe unos detalles que modificó en el loft.
UNO (distraídamente)
– ¿Qué loft?
DOS (impaciente)
– El que usted acaba de comprar, señor...
UNO (como si saliera de un sueño)
– Techensky... (se le acerca seductor)
DOS (nerviosa)
– Sí, lo llamó
UNO (mirándole el cuerpo)
– El loft...
DOS (queriendo zafar)
– Sss... sí, el arquitecto quiere que...
UNO (separándose un poco)
– Bien, bien, ¿llamó alguien más?
DOS (ansiosa)
– Nnn...no, no señor
UNO (separándose más, y arreglándose la ropa)
– Marisa...
DOS (muy ansiosa)
– ¿Si señor?
UNO (camina, pensativo)
– Digameee...
DOS (curiosa)
– Meee...
UNO
– ¿Decía?
DOS
– Usted decía...
UNO (piensa)
– Ah, sí, dígame Marisa... ¿llamó alguien en mi ausencia?
DOS (fastidiada)
– No señor...nadie
Se quedan mirándose, perdido cada uno en los ojos del otro. UNO reacciona, cruza la escena y sale; reaparece trayendo una escalera que planta con decisión..
UNO
– ¡Marisa!
DOS (apurándose)
– ¿Sí, señor?
UNO
– Vea, pues...
Ceremonioso, con las manos en la espalda, mientras hablan se desplaza alrededor de la escalera, ella está ansiosa.
UNO
– ...que he decidido... bien, pues... que he decidido concederle un ascenso
DOS
– ¿No cree que sea peligroso?
UNO
– Pero por favor, no hay nada más seguro (invitándola con el gesto) compruébelo.
Marisa sube a la escalera con cautela y algo de temor.
UNO
– ¿Y bien?, ¿qué siente?
DOS
– Miedo.
UNO (indignado, sube por el otro lado)
– ¡Miedo... miedo! ¿miedo?.
DOS
– Sssi...si
Luz tenue.
UNO (con ternura, tomándole las manos)
– Marisa... no debe temer. (Ella baja la vista, ruborizada) Vamos, anímese, mire hacia abajo (ella mira con temor y curiosidad) ¿Ve? Allí están los demás; pero en cambio nosotros, estamos aquí arriba... ¡tán cerca del cielo!
Simulando la luna, se enciende un símil de tapa de Coca-Cola, que en lugar de la marca de la gaseosa dice: DESTINO
UNO
– Mire, mire Marisa es como acariciar los astros con las manos...
La tapa se apaga, las luces suben, los dos bajan de la escalera, corren alrededor del perchero, se suben al cajón.
DOS
– Señor jefe, debo tener un trabajo, un trabajo seguro, bien remunerado, un trabajo lleno de órdenes para cumplir. Y un sello.
UNO
– ¡Ah! Eso es lo que tengo: un sello. Y papeles
Trae de la caja un gran sello y una enorme pila de papeles. DOS emite una risita estúpida y comienza a sellar. Cada vez que sella suena un golpe de bombo. Dos comienza a jugar con el efecto y realiza diversos ritmos hasta que amaga un golpe que no hace y el bombo igualmente suena. DOS se ríe. UNO entonces vuelve enojado, se detiene, levanta un brazo.
UNO
– ¡De pie! ¡Siéntese! ¡De pie! ¡Siéntese!
UNO repite la orden muchísimas veces hasta que DOS deja de cumplirlas y mira cómo UNO con los ojos entrecerrados, emite las órdenes incumplidas. Lo invade un sentimiento de placer y sus órdenes ahora llevan el ritmo de la respiración en una relación sexual. DOS mira con indiferencia como UNO cae a sus pies, rendido.
DOS
– Señor jefe...
UNO (agotado)
– ¿Sí?
DOS
– Acaban de informarme a través del conmutador de rayos láser que estoy despedida.
UNO
– ¿Despequé?
DOS
– Despedida. En verdad, estamos: cerraron la fábrica de sellos.
UNO grita desesperado, DOS ríe histéricamente. Suena el bombo, al escucharlo se ponen el saco con desesperación y las máscaras azules. Respiran aliviados.
UNO (al público)
– Porque es inocente ser inocente. Hubiera querido dar el último paso pero ya no tenía más peldaños, y la escalera era un alto precipicio de fuego, que me quemaba. Pero ¿acaso alguien prefiere el fuego al cómodo aullido del carro de bomberos? (aúlla como una sirena)
DOS
– Porque pasé la vida haciendo gestos que otros no veían, diciendo palabras que nadie escuchó. Como el que, en una caverna remota de un lugar del mundo, iluminó la palma de su mano en la pared, sólo deseo saber que mi vida es esa mano, esa caverna, los ojos del hombre que la mira. (UNO deja de aullar)
Dejan las máscaras azules colgadas. Suena el bombo. Ahora más fuerte, y buscando de dónde viene el sonido se sacan el saco. Suena otra vez, se tapan los oídos.
DOS
– ¡No quiero escucharlo!
UNO
– ¡No quiero escucharlo!
Se sacan las manos de los oídos con temor de que vuelva a sonar. De pronto UNO ?sin siquiera mirarse el pie? se percata de que el agujero de su media se ha agrandado.
UNO (Trágico)
– ¡Y a mí se me ha agrandado el agujero!
DOS
– ¿Qué agujero?
UNO
– El agujero... (le señala disimuladamente el pie)
DOS (divertido)
– Ah... el de la media...
Se abrazan temerosos y desconsolados. Repentinamente se sueltan y DOS hace subir y bajar la luna. Lo hace al ritmo del movimiento de una barca sobre un mar apaciguado.
Escena 3
Ambos, sobre el cajón, sacuden los brazos como queriendo llamar la atención.
LOS DOS
– Aquí, aquí, auxilio (se desesperan) Auxilio, aquí, por favor, ayúdennos. Auxilio.
DOS (señalando hacia delante)
– ¡Capitán, Capitán! ¡Capitán! allá a lo lejos veo que puedo intentar llegar a creer que tal vez comience a empezar a ver el astro buscado; el DESTINO, Capitán...
UNO, se suma a la propuesta de DOS. Es el Capitán y se balancea con DOS como sobre una barca imaginaria. Mira a través de un catalejo que ha sacado de la caja.
UNO (alegre)
– ¡Sí! es el astro. Sí, ¡por fin!. ¿Cuánto hace, Marinero, que estamos navegando?
DOS (consulta mapas, brújulas y relojes imaginarios)
– Diez años, tres meses, cuatro días, dos horas, y veinte segundos... veintiuno... veintidós...
UNO
– ¡Diez años!... ¡Diez años desde que hemos perdido la patria!. Pero ¿qué ha sido la patria sino un montón de encuestadores, fabricantes de porcentajes? ¡Brutos asesinos de los sueños!
DOS (que no ha dejado de contar)
– Cincuenta y seis, cincuenta y siete, cincuenta y ocho, cincuenta y nueve... (rápido) ¡Diez años, tres meses, cuatro días, dos horas, y un minuto! (hace gestos como si tratara de atrapar los segundos que siguen sucediendo)
UNO
– ¡Deténgase!
DOS
– Estoy cazando segundos, Capitán.
UNO
– ¡Deténgase, dije!
Silencio. En la quietud de la noche navegan al atisbo de que ocurra algo. DOS tira del hilo y la luna sube y desaparece de la vista.
UNO (dando un respingo)
– ¡Marinero, Marinero, desapareció!
DOS (En complicidad con el público)
– Debe ser Dios, Capitán... (suelta el piolín y la luna baja)
UNO (aliviado)
– No hay dioses, querido Marinero... (DOS tira del piolín) ¡Marinero, Marinero! (DOS desata el piolín. Uno aliviado) Ya lo decía; mi genio... (DOS tira del piolín. UNO tiembla) ¡Un momento!. ¡Detengan el barco!. ¡Las olas!. (exageradamente) ¡Ahhhhhhhh!...
LOS DOS
– Aquí, aquí, auxilio (se desesperan) Auxilio, aquí, por favor, ayúdennos. Auxilio.
DOS (señalando hacia delante)
– ¡Capitán, Capitán! ¡Capitán! allá a lo lejos veo que puedo intentar llegar a creer que tal vez comience a empezar a ver el astro buscado; el DESTINO, Capitán...
UNO, se suma a la propuesta de DOS. Es el Capitán y se balancea con DOS como sobre una barca imaginaria. Mira a través de un catalejo que ha sacado de la caja.
UNO (alegre)
– ¡Sí! es el astro. Sí, ¡por fin!. ¿Cuánto hace, Marinero, que estamos navegando?
DOS (consulta mapas, brújulas y relojes imaginarios)
– Diez años, tres meses, cuatro días, dos horas, y veinte segundos... veintiuno... veintidós...
UNO
– ¡Diez años!... ¡Diez años desde que hemos perdido la patria!. Pero ¿qué ha sido la patria sino un montón de encuestadores, fabricantes de porcentajes? ¡Brutos asesinos de los sueños!
DOS (que no ha dejado de contar)
– Cincuenta y seis, cincuenta y siete, cincuenta y ocho, cincuenta y nueve... (rápido) ¡Diez años, tres meses, cuatro días, dos horas, y un minuto! (hace gestos como si tratara de atrapar los segundos que siguen sucediendo)
UNO
– ¡Deténgase!
DOS
– Estoy cazando segundos, Capitán.
UNO
– ¡Deténgase, dije!
Silencio. En la quietud de la noche navegan al atisbo de que ocurra algo. DOS tira del hilo y la luna sube y desaparece de la vista.
UNO (dando un respingo)
– ¡Marinero, Marinero, desapareció!
DOS (En complicidad con el público)
– Debe ser Dios, Capitán... (suelta el piolín y la luna baja)
UNO (aliviado)
– No hay dioses, querido Marinero... (DOS tira del piolín) ¡Marinero, Marinero! (DOS desata el piolín. Uno aliviado) Ya lo decía; mi genio... (DOS tira del piolín. UNO tiembla) ¡Un momento!. ¡Detengan el barco!. ¡Las olas!. (exageradamente) ¡Ahhhhhhhh!...
Escena 4
DOS
– ¿Conoce, usted, Capitán, la historia del país donde nadie se besaba?
UNO se suma inmediatamente al relato.
UNO
– Un día, en un país lejano, rodeado por mares y montañas, se declaró una enfermedad mortal...
DOS
– Los seres que la contraían se retorcían como si les hubiesen dado de beber hierro derretido, las lenguas se les convertían en mariposas muertas y la sangre era un río de agua apestosa...
UNO
– Morían de gripe, de sarampión, de piojos. Cualquier enfermedad era alimento para esa enfermedad, y todas las enfermedades eran pequeños afluentes de (enfáticamente) La Enfermedad, esa enfermedad misteriosa...
DOS
– indescifrable...
UNO
– hasta que un día...
DOS
– los científicos...
Se convierten en científicos, inclinados sobre una mesa de investigación. Son viejos y ridículos.
UNO
– ¡Alto!
DOS
– ¡Alto!
UNO
– ¿Qué ha encontrado, doctor?
DOS
– ¿Qué he encontrado? (con estupor se pasea alrededor de la mesa imaginaria) ¡Mire ahí!
UNO (mira el microscopio)
– ¡Oh!
DOS
– Después de haber investigado diez mil un casos de infectados he llegado a la conclusión de que (enfáticamente) La Enfermedad se contagia por...
Se inclinan y cuchichean entre ellos de espalda al público. Al darse vuelta tienen puesto un barbijo. Ahora son pregones del rey.
LOS DOS (bajándose el barbijo)
– Su majestad anuncia a la población que ha sido descubierta la causa de La Enfermedad. La Enfermedad, señoras y señores... (hacen con la boca el sonido del redoble del tambor) La Enfermedad... (redoble de tambor) se contagia por... (se suben el barbijo) ¡la saliva!. ¡Y todo aquel que besare, escupiere, salpicare a otro u otra, estornudare en la vía pública, soplare sus mocos, mordisqueare comidas de otro, será condenado a la pena de muerte! (redoble de tambor). Y será obligatorio el uso del barbijo (se retiran).
Uno hace de cura y el otro de político.
Cura (bendiciendo al político arrodillado frente a él)
– ¡Es un castigo divino!
Político (pasándole subrepticiamente un billete)
– ¡Es divino!. ¡Ya ni siquiera podrán besarse!.
UNO y DOS pasean con paso funerario tarareando una marcha mortuoria.
– ¿Conoce, usted, Capitán, la historia del país donde nadie se besaba?
UNO se suma inmediatamente al relato.
UNO
– Un día, en un país lejano, rodeado por mares y montañas, se declaró una enfermedad mortal...
DOS
– Los seres que la contraían se retorcían como si les hubiesen dado de beber hierro derretido, las lenguas se les convertían en mariposas muertas y la sangre era un río de agua apestosa...
UNO
– Morían de gripe, de sarampión, de piojos. Cualquier enfermedad era alimento para esa enfermedad, y todas las enfermedades eran pequeños afluentes de (enfáticamente) La Enfermedad, esa enfermedad misteriosa...
DOS
– indescifrable...
UNO
– hasta que un día...
DOS
– los científicos...
Se convierten en científicos, inclinados sobre una mesa de investigación. Son viejos y ridículos.
UNO
– ¡Alto!
DOS
– ¡Alto!
UNO
– ¿Qué ha encontrado, doctor?
DOS
– ¿Qué he encontrado? (con estupor se pasea alrededor de la mesa imaginaria) ¡Mire ahí!
UNO (mira el microscopio)
– ¡Oh!
DOS
– Después de haber investigado diez mil un casos de infectados he llegado a la conclusión de que (enfáticamente) La Enfermedad se contagia por...
Se inclinan y cuchichean entre ellos de espalda al público. Al darse vuelta tienen puesto un barbijo. Ahora son pregones del rey.
LOS DOS (bajándose el barbijo)
– Su majestad anuncia a la población que ha sido descubierta la causa de La Enfermedad. La Enfermedad, señoras y señores... (hacen con la boca el sonido del redoble del tambor) La Enfermedad... (redoble de tambor) se contagia por... (se suben el barbijo) ¡la saliva!. ¡Y todo aquel que besare, escupiere, salpicare a otro u otra, estornudare en la vía pública, soplare sus mocos, mordisqueare comidas de otro, será condenado a la pena de muerte! (redoble de tambor). Y será obligatorio el uso del barbijo (se retiran).
Uno hace de cura y el otro de político.
Cura (bendiciendo al político arrodillado frente a él)
– ¡Es un castigo divino!
Político (pasándole subrepticiamente un billete)
– ¡Es divino!. ¡Ya ni siquiera podrán besarse!.
UNO y DOS pasean con paso funerario tarareando una marcha mortuoria.
Escena 5
UNO Y DOS manejan un par de labios, gigantes, representan el terror que la noticia despierta en la población. Danzan, los labios se atraen y repelen; se rehúyen y finalmente, se encuentran. Los personajes ruedan suavemente por el piso hasta quedar yertos con los brazos extendidos. Se enciende la luna, suena una sirena, DOS se incorpora a medias y llama a UNO.
DOS
– ¡Capitán!, ¡Capitán!
UNO se incorpora de golpe, sobresaltado.
UNO
– ¿Qué, Marinero?
DOS
– El Destino...
UNO
– Sigamos, Marinero, sigamos.
DOS
– ¡Capitán!, ¡Capitán!
UNO se incorpora de golpe, sobresaltado.
UNO
– ¿Qué, Marinero?
DOS
– El Destino...
UNO
– Sigamos, Marinero, sigamos.
Escena 6
Se incorporan mirando ambos al mismo punto: el DESTINO. Ahora se balancean. Sonido fuerte del bombo. Desaparece el DESTINO y empiezan a correr. Se ponen las máscaras.
UNO
– Todos estamos dentro de un agujero, somos el agujero, metidos en la media, y el agujero se agranda, se abre y caemos dentro de él hasta que somos nada. Y ese agujero se llama gusanos. Una vez ví pudrirse un trozo de carne: los gusanos vivían así sobre lo que somos. ¿Vienen de lejos?; no: vienen de nosotros, están. Pero nosotros no somos sólo los gusanos, ergo, nosotros no somos el agujero. Somos viajeros más lejanos.
DOS
– Siempre sentí una atracción especial por las estrellas, por esos cielos que sólo pueden verse en determinados sitios, donde las luces de las marquesinas no ocultan el lejano reflejo de los astros. Por eso siempre prefiero las montañas, los altos picos desde donde parece posible acceder a aquellas latitudes inexploradas. Si bien todo indica que físicamente es imposible, nada puede impedir que el espíritu se aventure por un secreto sendero interior, pretendiendo alcanzar las cúspides del conocimiento. No es difícil intentarlo, sólo es cuestión de avanzar, sin detenerse, hasta perder por completo la noción del objetivo, hasta convertir a éste en el próximo paso y así de continuo, sin principio... sin final, como un eterno devenir hacia la nada; porque, a mayor saber, mayor parece ser lo que se ignora; y siempre está presente la tentación del abismo. (cae, desplomándose).
UNO (ocupando el centro de la escena)
– Si yo creyera que soy sólo miles de gusanos que se gestan de mí, que viven de mí, no esperaría un segundo en dejarme caer, desapareciendo, porque entonces la vida no tendría sentido. Y si la muerte está en nosotros cuando morimos tampoco dejamos de morir del todo y muchas veces la verdadera muerte está en las cosas que llamamos vida. En los rostros de los jueces he visto la muerte y muchas veces he visto la vida en el rostro de algún muerto que vive; y he visto la muerte en las manos de las muchachas desesperadas de amor que mata, más que en lo que todavía no existe, porque está más vivo que nunca.
DOS
– Entonces ¿cómo explicar lo que significa la terrible agonía de habitar una inexistencia sin límites?, ¿cómo explicar la insoportable soledad de las alturas desde el corazón de un vacío incontenible?. ¿Cómo poder contar que tuve acceso a la cima; que escalé, trepé, levité y por momentos sentí mi cuerpo suspendido en el centro del universo, atravesado por millones de estrellas?.
UNO
– Pero yo no soy sólo mi nombre ni mi cuerpo, soy también esta fuerza que me traspasa y actúa a pesar de mí porque si yo no existiera, las cosas igual ocurrirían, viajando. Instrumentos de la vida; herramientas para hacer y deshacer. Pero cuando dejamos de existir ¿qué queda?: esta luz que me habita y que me hace viajero de un vehículo invisible y sin límites.
Se acercan al centro de la escena y, dejando las máscaras azules, comienzan a ponerse los sacos.
DOS (forcejeando)
– ¿Cómo transmitir esa sensación de ser lo absoluto, cuya duración tan efímera sería imposible medir en tiempos terrenales?.
UNO (forcejeando)
– Voy a dar unos datos: el Universo observable contiene unos cien mil millones de galaxias y tal vez cien sistemas solares se forman por segundo. (aumenta el forcejeo) ¡Ahora! ¡ahora! ¡ahora!. (se separan cayendo hacia adelante y frenando la caída con las manos)
DOS (desde el suelo)
– No sé. Sólo puedo decir que inmediatamente el abismo se había abierto bajo mis pies ofreciéndoseme como una boca turgente y cálida, como una sensual invitación a un encuentro ritual, íntimo y salvaje entre los labios de la eternidad.
Ambos se sacuden mientras se van incorporando, lentamente.
DOS
– Un aliento lúbrico y pavoroso comenzó a envolverme y sin oponer resistencia me sumergí en ese vaho que emanaba de las oscuras profundidades. (UNO queda de pie en el centro de la escena. DOS corre a su alrededor) Y así, tanteando entre las sombras, cada paso me internaba más y más en este laberinto. ¿Qué camino seguir? ¿qué huellas buscar, en un suelo que jamás nadie ha pisado?.
UNO (a DOS)
– ¡Ahora! ¡ahora! ¡ahora!. (DOS lo mira) Entonces ¿de dónde tanta importancia? ¿qué nos queda desde nuestra inmensa pequeñez, en nuestra pequeña inmensidad?.
DOS
– Pero sé, que tarde o temprano, en cada muro, aparece una grieta, y por ella se filtra el aire y la luz que indican el afuera, y en el afuera los otros, esas otras existencias que determinan la nuestra; y cada una de ellas con el enigma de un universo recién nacido...
UNO (al público)
– ¡Ahora! ¡ahora! ¡ahora!. ¿De dónde tanta importancia?
DOS
– ¿Quién preferirá, entonces, la fría y húmeda seguridad de las catacumbas al riesgo constante de descubir nuevos mundos?
UNO (Girando, enfrenta con la mirada a DOS)
– ¿Qué nos queda desde nuestra inmensa pequeñez, en nuestra pequeña inmensidad?.
Como en una letanía repiten las preguntas mientras van bajando del escenario, uno por cada lado.
DOS
– ¿Quién preferirá, entonces, la fría y húmeda seguridad de las catacumbas al riesgo constante de descubir nuevos mundos?
UNO
– ¿Qué nos queda desde nuestra inmensa pequeñez, en nuestra pequeña inmensidad?.
Se acercan al público. Voz en off repitiendo el bando del rey. Se sacan las máscaras y besan a las personas que tienen cerca. El bando se repite indefinidamente. Lentamente suben al escenario uno por cada lado. Apenas suben se registran y se van acercando con paso tranquilo y mirándose a los ojos. En el trayecto dejan caer las máscaras que sostenían en sus manos. Se enfrentan. Se toman las manos y se tocan como reconociéndose. Sin dejar de mirarse, y mientras la voz en off baja hasta hacerse inaudible, sus bocas se buscan... .
APAGON Y FINAL.
Buenos Aires, 1993.
© Alejandro Seta - Dante Schettini.
UNO
– Todos estamos dentro de un agujero, somos el agujero, metidos en la media, y el agujero se agranda, se abre y caemos dentro de él hasta que somos nada. Y ese agujero se llama gusanos. Una vez ví pudrirse un trozo de carne: los gusanos vivían así sobre lo que somos. ¿Vienen de lejos?; no: vienen de nosotros, están. Pero nosotros no somos sólo los gusanos, ergo, nosotros no somos el agujero. Somos viajeros más lejanos.
DOS
– Siempre sentí una atracción especial por las estrellas, por esos cielos que sólo pueden verse en determinados sitios, donde las luces de las marquesinas no ocultan el lejano reflejo de los astros. Por eso siempre prefiero las montañas, los altos picos desde donde parece posible acceder a aquellas latitudes inexploradas. Si bien todo indica que físicamente es imposible, nada puede impedir que el espíritu se aventure por un secreto sendero interior, pretendiendo alcanzar las cúspides del conocimiento. No es difícil intentarlo, sólo es cuestión de avanzar, sin detenerse, hasta perder por completo la noción del objetivo, hasta convertir a éste en el próximo paso y así de continuo, sin principio... sin final, como un eterno devenir hacia la nada; porque, a mayor saber, mayor parece ser lo que se ignora; y siempre está presente la tentación del abismo. (cae, desplomándose).
UNO (ocupando el centro de la escena)
– Si yo creyera que soy sólo miles de gusanos que se gestan de mí, que viven de mí, no esperaría un segundo en dejarme caer, desapareciendo, porque entonces la vida no tendría sentido. Y si la muerte está en nosotros cuando morimos tampoco dejamos de morir del todo y muchas veces la verdadera muerte está en las cosas que llamamos vida. En los rostros de los jueces he visto la muerte y muchas veces he visto la vida en el rostro de algún muerto que vive; y he visto la muerte en las manos de las muchachas desesperadas de amor que mata, más que en lo que todavía no existe, porque está más vivo que nunca.
DOS
– Entonces ¿cómo explicar lo que significa la terrible agonía de habitar una inexistencia sin límites?, ¿cómo explicar la insoportable soledad de las alturas desde el corazón de un vacío incontenible?. ¿Cómo poder contar que tuve acceso a la cima; que escalé, trepé, levité y por momentos sentí mi cuerpo suspendido en el centro del universo, atravesado por millones de estrellas?.
UNO
– Pero yo no soy sólo mi nombre ni mi cuerpo, soy también esta fuerza que me traspasa y actúa a pesar de mí porque si yo no existiera, las cosas igual ocurrirían, viajando. Instrumentos de la vida; herramientas para hacer y deshacer. Pero cuando dejamos de existir ¿qué queda?: esta luz que me habita y que me hace viajero de un vehículo invisible y sin límites.
Se acercan al centro de la escena y, dejando las máscaras azules, comienzan a ponerse los sacos.
DOS (forcejeando)
– ¿Cómo transmitir esa sensación de ser lo absoluto, cuya duración tan efímera sería imposible medir en tiempos terrenales?.
UNO (forcejeando)
– Voy a dar unos datos: el Universo observable contiene unos cien mil millones de galaxias y tal vez cien sistemas solares se forman por segundo. (aumenta el forcejeo) ¡Ahora! ¡ahora! ¡ahora!. (se separan cayendo hacia adelante y frenando la caída con las manos)
DOS (desde el suelo)
– No sé. Sólo puedo decir que inmediatamente el abismo se había abierto bajo mis pies ofreciéndoseme como una boca turgente y cálida, como una sensual invitación a un encuentro ritual, íntimo y salvaje entre los labios de la eternidad.
Ambos se sacuden mientras se van incorporando, lentamente.
DOS
– Un aliento lúbrico y pavoroso comenzó a envolverme y sin oponer resistencia me sumergí en ese vaho que emanaba de las oscuras profundidades. (UNO queda de pie en el centro de la escena. DOS corre a su alrededor) Y así, tanteando entre las sombras, cada paso me internaba más y más en este laberinto. ¿Qué camino seguir? ¿qué huellas buscar, en un suelo que jamás nadie ha pisado?.
UNO (a DOS)
– ¡Ahora! ¡ahora! ¡ahora!. (DOS lo mira) Entonces ¿de dónde tanta importancia? ¿qué nos queda desde nuestra inmensa pequeñez, en nuestra pequeña inmensidad?.
DOS
– Pero sé, que tarde o temprano, en cada muro, aparece una grieta, y por ella se filtra el aire y la luz que indican el afuera, y en el afuera los otros, esas otras existencias que determinan la nuestra; y cada una de ellas con el enigma de un universo recién nacido...
UNO (al público)
– ¡Ahora! ¡ahora! ¡ahora!. ¿De dónde tanta importancia?
DOS
– ¿Quién preferirá, entonces, la fría y húmeda seguridad de las catacumbas al riesgo constante de descubir nuevos mundos?
UNO (Girando, enfrenta con la mirada a DOS)
– ¿Qué nos queda desde nuestra inmensa pequeñez, en nuestra pequeña inmensidad?.
Como en una letanía repiten las preguntas mientras van bajando del escenario, uno por cada lado.
DOS
– ¿Quién preferirá, entonces, la fría y húmeda seguridad de las catacumbas al riesgo constante de descubir nuevos mundos?
UNO
– ¿Qué nos queda desde nuestra inmensa pequeñez, en nuestra pequeña inmensidad?.
Se acercan al público. Voz en off repitiendo el bando del rey. Se sacan las máscaras y besan a las personas que tienen cerca. El bando se repite indefinidamente. Lentamente suben al escenario uno por cada lado. Apenas suben se registran y se van acercando con paso tranquilo y mirándose a los ojos. En el trayecto dejan caer las máscaras que sostenían en sus manos. Se enfrentan. Se toman las manos y se tocan como reconociéndose. Sin dejar de mirarse, y mientras la voz en off baja hasta hacerse inaudible, sus bocas se buscan... .
APAGON Y FINAL.
Buenos Aires, 1993.
© Alejandro Seta - Dante Schettini.
Ficha Técnica
ETCETERETCETERA
Autores: Alejandro Seta - Dante Schettini
Síntesis: La obra gira en torno a una enfermedad mortal de la cual no se habla; los personajes (Uno y Dos) infectados por este virus son condenados al encierro. Allí juegan con distintas situaciones, hasta llegar a un replanteo existencial (individual y social) comprometiéndose por entero, sin temor al juicio final.
Personajes: Dos: uno masculino y uno femenino
Temática: La estigmatización y represión de los individuos que desafían al poder.
Género: Absurdo
Estilo: Contemporáneo
Tipo de dramaturgia: Método de las acciones físicas.
Duración estimada: 60 minutos
Público al que está destinada: Adolescentes y adultos
Presentada por Grupo Clepsidra, con dirección de Claudia Frangi y Eduardo Vázquez en: El Galpón de Diablomundo, Temperley (1993); Centro Cultural El Maitén, Lanús (1993); Centro Cultural Casa Clara, Bs. As. (1994).
Autores: Alejandro Seta - Dante Schettini
Síntesis: La obra gira en torno a una enfermedad mortal de la cual no se habla; los personajes (Uno y Dos) infectados por este virus son condenados al encierro. Allí juegan con distintas situaciones, hasta llegar a un replanteo existencial (individual y social) comprometiéndose por entero, sin temor al juicio final.
Personajes: Dos: uno masculino y uno femenino
Temática: La estigmatización y represión de los individuos que desafían al poder.
Género: Absurdo
Estilo: Contemporáneo
Tipo de dramaturgia: Método de las acciones físicas.
Duración estimada: 60 minutos
Público al que está destinada: Adolescentes y adultos
Presentada por Grupo Clepsidra, con dirección de Claudia Frangi y Eduardo Vázquez en: El Galpón de Diablomundo, Temperley (1993); Centro Cultural El Maitén, Lanús (1993); Centro Cultural Casa Clara, Bs. As. (1994).
Puesta en escena
Etceteretcétera
Grupo Clepsidra
Intérpretes: Claudia Frangi, Eduardo Vázquez.
Dirección: Claudia Frangi, Eduardo Vázquez
El Galpón de Diablomundo, Temperley (1994)
Centro Cultural El Maitén, Lanús (1994)
Centro Cultural Casa Clara, Buenos Aires (1994)
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